💌 Carta #26: Esto sí es lo que esperaba
Empecé un trabajo nuevo —offline, presencial, rodeada de cosas lindas— y es justo lo que necesitaba. Si todos fuésemos más honestos con nuestras desilusiones, creo que seríamos un poquito más felices.
[Versión en audio acá]
6 de junio de 2025
Países Bajos
Hola desde Ámsterdam,
En este momento estoy sentada en mi escritorio con un montón de sellos, washi tapes y tintas desordenadas encima. Últimamente no estoy pasando mucho tiempo acá, sino que vengo cuando puedo y aprovecho los minutos que tenga para journalear un poquito, pero casi no ordeno (ya volverá el orden). Que no esté pasando tiempo en mi escritorio no es, ahora mismo, algo malo. Todo lo contrario. Hace ya casi un mes que estoy trabajando en otro escritorio, también rodeada de cosas lindas, porque hace ya casi un mes empecé a trabajar en Cafe Analog, una papelería online con base en Ámsterdam (en mis Snail Mail anteriores conté cómo la conocí). No fue algo planeado ni esperado, pero se dio y dije que sí enseguida. En realidad, fui yo la que se ofreció para trabajar ahí, pensando que me iban a decir que no buscaban a nadie. Me había reunido con Hanny, la dueña, para hablar de otros proyectos posibles (workshops, cursos, productos, experiencias) y antes de despedirnos le pregunté si no necesitaban ayuda en el día a día de la papelería. Y me dijo que sí. Quedamos en que iba a escribirme dentro de unos días/semanas con una propuesta y estuve esperando ansiosa. Tan ansiosa, que me di cuenta de que era algo que me importaba mucho.
Si venís leyendo estas Cartas (y sobre todo mis Posdatas) sabrás que estoy en un momento (¿semestre?, ¿año?) de mucha desmotivación, desilusión y cansancio con lo laboral (sobre todo lo referido al mundo editorial, a las redes sociales y al autobombo que hay que hacer para sobrevivir económicamente como artista/escritora/persona creativa)1. A la vez, como quizá ya sabés por leerme, amo el mundo de la papelería. Es mi mundo. Es el lugar donde me siento cómoda, contenida, representada. Pocas cosas me hacen tan feliz —desde muy chiquita— como decorar y llenar páginas de cuadernos (o los papeles que sean, amo decorar papeles de uso efímero también, como listas que sé que después tiraré a la basura) con sellos, washi tapes, PET tapes, stickers, fotos, recortes... Lo que es otra manera de decir que amo hacer journaling. Puedo pasarme horas eligiendo el color de una tinta e imaginando cómo la voy a usar y con qué sello la voy a combinar. Amo visitar papelerías y mirar con detenimiento cada producto, poner algunos en mi canasto, después sacarlos, después volver a ponerlos y convencerme de que los necesito a todos en mi vida. Hay quienes tienen hobbies como la cerámica, la jardinería, la navegación. El mío es la papelería. Y cada vez me animo a decirlo con más y más orgullo. Todavía me acuerdo de cuando me hacían bullying en mi blog de viajes por esto (nunca me voy a olvidar de la troll que me dijo: “No puedo creer que te gastes dólares en esas cintitas boludas, no tenés 8 años, nena”). Y de golpe acá estoy, una nena de 39 años trabajando en una papelería y soñando con algún día poner mi propio espacio.2
Una de las primeras cosas que me dijo Hanny cuando le dije que quería trabajar en Cafe Analog fue que hiciéramos una prueba porque quizá “no era un trabajo tan romántico como parecía”. Y eso me hizo pensar mucho en el tema de las expectativas. Creo que esta es la primera vez que me meto en algo con las expectativas totalmente correctas, realistas, alineadas. Obvio que una parte de mí amaría tirarse al piso y hacer ángeles en una nieve de sellos y washi tapes (?), o convertirme en tester de stickers y tintas, pero también entiendo que tener una tienda, de lo que sea, es un negocio con mucha logística y cuestiones prácticas más aburridas, por así decir. Vender papelería no significa estar haciendo journaling todo el día, pero sí significa contribuir a que otras personas puedan hacerlo. Sabía que mi trabajo iba a consistir en armar y empacar pedidos, pero no pensé que me iba a dar tanta satisfacción armar paquetitos de cosas lindas —con cartitas escritas a mano— que harán muy felices a quienes los reciban. Voy a la papelería tres veces por semana y me encanta ver los productos nuevos, ordenar, empaquetar y estar en compañía del equipo que trabaja ahí. Hace mucho que no era parte de un equipo, y eso también me hace muy bien. Llegué sabiendo exactamente lo que me iba a tocar hacer, y es exactamente lo que quiero estar haciendo en este momento. Expectativas: check.
Hablando de expectativas, creo que toda mi vida fui una persona muy idealista y soñadora y eso me llevó a cumplir muchos objetivos que me propuse pero también a desilusionarme bastante cuando me daba cuenta de que las cosas no eran como me las había imaginado. De chica me creaba escenarios de fantasía en los que todo era posible, durante la adolescencia mis amigas se la pasaban repitiéndome “no quiero pincharte el globo, peeeero...”, y ahora en la adultez me doy cuenta de que varias veces me dijeron, al escucharme que estaba desilusionada por algo: “¿Pero qué esperabas, cómo pensabas que iba a ser?”. Se ve que soy una persona de expectativas altas, o demasiado exigente (¿o inocente tal vez?), y estoy aprendiendo a los golpes a adecuarme a la realidad. Y me culpo a mí, pero también nos culpo a todos por no ser más honestos con nuestros procesos, nuestras fallas, nuestras desilusiones y lo que no sale como esperábamos. Si hablásemos más abiertamente de todo esto —sin avergonzarnos, sobre todo— creo que todos sufriríamos un poco menos, o al menos nos sentiríamos menos solos, porque sabríamos que es parte de la vida y que a todos nos pasa o nos puede pasar.
Sé que últimamente hay una cierta tendencia a mostrar el lado B en redes sociales —las redes: una de las grandes culpables, en mi opinión, de que tengamos las expectativas tan desfasadas de la realidad—, pero el lado A siempre gana, o siempre vende. Vivimos rodeados de imágenes del lado A. Estamos todos haciendo de cuenta que nos va bien todo el tiempo, que nos gastamos un montón de plata en un viaje y la pasamos bárbaro, que pusimos un negocio y es tan placentero que pareciera que “no trabajamos”, que hicimos una inversión y nos estamos haciendo ricos, que publicamos un libro y llegó la felicidad a nuestra vida, que fuimos padres y sabemos cómo mantener la calma ante cada desafío, que estamos en pareja y va todo espectacular, que no estamos en pareja y nos encanta la libertad. Y sí, es verdad que algo de cierto hay en todo esto, pero las experiencias de la vida nunca tienen una sola cara: todo es un yin-yang. Todo. Viajamos a lugares hermosos y estamos tristes, abrimos la tienda soñada y estamos tapados de tareas administrativas, publicamos un libro y lo compra poca gente, tenemos hijos y lloramos de cansancio, encontramos un amor y nos peleamos por cosas domésticas, emigramos a otro país y nos sentimos muy solos, amamos a personas que un día se van a morir. Pero, a la vez, dentro de todas esas contradicciones y desilusiones, viajamos, compartimos, soñamos, amamos, aprendemos, reímos, crecemos. La vida es una experiencia agridulce (me gusta más la palabra bittersweet), pero entenderla así me ayuda a encontrar una manera más realista de vivirla.
Hace unos años fui a una conferencia de The School of Life, una organización dedicada a promover la inteligencia emocional a través de libros, videos y charlas, y me quedó muy grabada una frase que Alain de Botton, el creador de esta escuela, citó del filósofo existencialista danés Søren Kierkegaard. Decía (cito con mis palabras): “Cásate y te vas a arrepentir. No te cases y te vas a arrepentir. Te cases o no te cases, te vas a arrepentir. Ríete de las estupideces del mundo, te vas a arrepentir, llora por las estupideces del mundo, también te vas a arrepentir. (…) Esta es la esencia de toda la Filosofía”. En esa conferencia nos dieron un pin que dice cheerful pessimism (algo así como “pesimismo alegre”) como recordatorio de que esa puede ser una de las mejores maneras de enfrentar las cosas.
No sé si tengo mucho más para decir en esta carta. Creo que estoy en cuenta regresiva a los 40 y tratando de redefinir cómo quiero vivir esta parte 2 de la vida. A la vez, estoy tendiendo cada vez más a lo offline, por lo que no sé cuánto más estaré escribiendo en internet. Siento que los pasos lógicos que se desprenden de lo que digo en estas Cartas son:
1. dejar redes
2. estar offline
(para)
3. estar presente
Por eso, el mes que viene, el primer viernes de julio, no voy a mandar Carta. A fines de junio nos vamos los tres (L, Ce y yo) de viaje a una isla y no me llevo la compu. Tampoco planeo tener internet en el teléfono. Quiero que sea un viaje offline para estar con mi familia. Un viaje offline como los de antes, como los de siempre, como los que tuve en mi infancia. No sé si decirle “vacaciones”, porque ya aprendí que con hijos no son vacaciones en el sentido de “me tiro debajo de una palmera a no hacer nada por 15 días”, pero sí son vacaciones del trabajo remunerado, de las pantallas, de estar online. Tengo expectativas para este viaje, sí, porque va a ser la primera vez que llevemos a Ce al mar, y el mar es uno de nuestros lugares preferidos. Idealmente me imagino que vamos a estar nadando juntas entre peces y corales y que le voy a mostrar una tortuga y vamos a ir a mirar cómo corren los cangrejos por la arena. Pero en la realidad no sé qué pasará. Seguramente habrá berrinches, siestas salteadas y mal humor, noches difíciles por el jet-lag, comidas que quizá no le gusten (o le encanten), ropa y ojos llenos de arena, tormentas tropicales que nos sacarán tiempo de playa, cambios de planes (o imposibilidad de hacerlos). Y le doy la bienvenida a todo, porque también habrá momentos que ni imagino: risas, abrazos, fotos, juegos. Lo lindo de lo real es que tiene mucho más cuerpo que la expectativa. La expectativa en general es estática, es una imagen que tenemos en la cabeza, como lo de estar debajo de una palmera, pero antes y después de eso está lo real. Y, en mi experiencia, lo real puede ser inesperado y hasta puede desilusionarnos, pero suele ser mucho más interesante.
Antes de despedirme te dejo una propuesta: ¿te animás a compartirnos una desilusión, un “esto no es lo que esperaba”? Y a contarnos, sobre todo, qué aprendiste de eso. Podés dejarlo en comentarios o, si preferís no compartir, te invito a escribir acerca de eso en tu cuaderno.
Y otra pregunta: ¿qué decís de vos con orgullo? ¿Hay algo que antes te avergonzaba que ahora celebrás?
Te escribo en agosto. Si sos parte de mi membresía, este mes mando el Posdata y el Snail Mail, pero es posible que en julio no haya Posdata tampoco. Será mi mes offline de vacaciones.
Hasta pronto.
Un abrazo,
Aniko
PD: en este posdata siempre te comparto novedades de mis libros, talleres y proyectos. Ahora mismo no estoy con nada nuevo, al contrario, estoy tratando de cerrar frentes para no tener tantas cosas abiertas al mismo tiempo y colapsar. Así que quiero compartirte cosas que hice que se relacionan con la papelería:
la Ruta de las papelerías (recorridos por las papelerías de distintas ciudades del mundo) (puede que algunas estén un poco desactualizadas, y también me falta subir la de Barcelona y Seúl).
el Viaje de papelería y journaling a Japón que organizo junto con Carla Rio (se viene la 3ra edición en 2026, podés sumarte a la lista de espera para recibir info)
los productos de papelería que creé: Kit de exploración es un set de papelería interactiva y Tesoros es un cuaderno para guardar todas las cosas lindas de la vida.
mis envíos Snail Mail: como parte de la membresía de estas Cartas virtuales, una vez cada dos meses mando un “Snail mail” virtual, un posteo dedicado por completo a la papelería (y creo que es mi tipo de post preferido en este espacio). Si te suscribís al plan mensual o anual podés recibir el de junio en tu email y ver los anteriores.
Por si acaso, lo repito acá: en julio me tomo vacaciones así que no mando Carta.
¡Te leo en comentarios!
En el 2017 publiqué un post en mi blog de viajes que se llamó “Me cansé de viajar” y que me permitió cerrar una etapa y empezar otra, ¿será este el año en el que diga “Me cansé de trabajar para el mundo editorial”? Porque “Me cansé de escribir no es una opción. Nunca más que ahora estoy haciendo más distinción entre “escribir” y “publicar”)
Este es un deseo cada vez más recurrente. Me gustaría tener no solo una tienda, sino un espacio creativo, algo así como un centro de journaling que sea un punto de encuentro para otras personas que aman este mundo como yo. Y un lugar donde dar talleres, claro.
Qué carta tan poderosa Aniko, me hiz pensar mucho! Mi relación con las desiluciones nunca ha sido muy buena, y es posible que este texto me invite a reflexionar mucho más sobre ella. Yo solía ser de esas personas que se jactaban de no arrepentirse de nada, y me río ahora de eso porque es obvio que siempre algo de arrepentimiento hay, en todo, y no es que esté mal. Recién leyéndote me doy cuenta.
Tengo un par de deilusiones guardadas en el bolsillo, acá van:
1) Ser diseñadora de indumentaria. Es la carrera que estudié y de la cual tuve el privilegio de trabajar ni bien salí recibida en 2014. Trabajé 5 años en la industria que tenía tan romantizada y fue un golpe de realidad MUY duro. Ser diseñadora no es nada glamoroso como te lo pintan; justamente tiene mucho administrativo y poco creativo - después de todo, no podés diseñar lo que quieras, tenes que seguir una linea de estilo segun la marca, lo que ya se vendió bien en temporadas anteriores, y arriesgar poco (no vaya a ser que se pierda plata!).
2) Emigrar. Toda la vida soñé con eso y hasta envidié a la gente que de más joven pudo hacerlo (tengo 33 años). Hoy siento que ya no es una posibilidad para mí por varias razones y eso me desilusiona mucho, porque siento que "no me esforcé lo suficiente" en conseguirlo, cuando ahora estoy en un procesos de parar y preguntarme "pará... ¿por qué quería esto? ¿De verdad estaría dispuesta a arrancar de cero teniendo la comodidad de una casa propia y una carrera ya establecida? Me sorprendió encontrar en mi interior muy clara la respuesta: no, la verdad que no. Pero la desilusión sigue ahí, supongo que como algo automático porque el emigrar era un sueño que tenía desde adolescente.
3) La última desilución no es algo específico que me haya pasado, pero es algo que todavía tengo fresco. Siento que a no todos se nos va a dar todo. Que va más allá de lo mucho que quieras algo o que te esfuerces, a veces simplemente no se da. Y es valioso también darse cuenta cuando es hora de soltar y tomar otro rumbo. No todos llegan a ser escritores, youtubers, músicos, actores famosos. No se nos van a cumplir todos nuestros sueños. Y esto está bien, no pasa nada! Como vos, siento que a veces peco de ser demasiado exigente y soñadora, y me doy con un caño cuando algo no se da, pensando que tengo 100% la culpa, y no me detengo a pensar que si bien parece haber lugar para todos, no todos llegamos y me gustaria aprender a estar bien con eso. A esforzarme, si, pero no a seguir intentando cuando veo que después de años algo no rinde sus frutos (como me pasó con indumentaria - me rompía el lomo para entrar en otras marcas, pero habia algo que indudablemente se interponia entre lo buena diseñadora que podia ser y la industria: no habia estudiado en la UBA, y si no estudiabas ahi listo, te descartaban).
Con respecto a lo que digo de mi con orgullo, antes me avergonzaba mucho no tener opiniones extremas. Era blanco o negro, porque el gris no está bien visto (o lo mismo que ser tibio). O tambien el no tener una opinión. Siento que hoy en día las redes nos empujan y casi obligan a tener una opinión sobre todo y es muy difícil estar al día con todo lo quepasa en el mundo como para formar una. Hoy en dia me encuentro mucho más tranquila diciendo "la verdad que no estoy tan involucrada en el tema, así que no tengo ninguna opini´no formada". Antes me era impensado, y la tranquilidad que eso me da me hace sentir orgullo.
Uff me fui por las ramas :P
¡Cómo amo tus cartas! Me siento ampliamente identificada. Las grandes desilusiones fueron mis más grandes deseos, publicar un libro y la maternidad. Se dieron al mismo tiempo, y lo loco fue que fue exactamente lo que esperaba, cómo sucedió todo, y los hechos en sí. Lo que no fue como esperaba fue mi sentir. Ese "ahora sí" que me imaginaba, nunca llegó. En el caso del libro fue como "bueno y ahora que sigue?". Y en la maternidad, toda la sombra que emergió fue tan intensa que no podía disfrutar nada. Gracias Aniko por tu carta y tu honestidad, y felicitaciones por ese hermoso trabajo!!!